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SANTA ROSA DE LIMA
La justicia en acción

Gaspar Flores y María de Olivia son bendecidos el 20 de abril de 1586 con una hija mujer, que les iba a dar gloria no solamente a ellos, sino a todo Perú... y a toda la Iglesia. Era una familia de buena posición económica... Por voluntad de su abuela la llamaron Isabel, pero de bebita un día al tomarla en sus brazos, su mamá vio que era tan bonita que la abrazó fuerte y le dijo: «Hija mía, tú eres mi rosa, rosa venida del cielo. Rosa te llamarás para siempre». Y todos empezaron a llamarla Rosa.
Por donde Rosa pasaba, todos se daban vuelta para mirarla y se quedaban encantados de su belleza y su dulzura. Sus papás esperaban que, por su belleza, Rosa se casara con un hombre rico y prestigioso. Participaba de las grandes fiestas y banquetes de la sociedad de Lima, llevaba siempre hermosos vestidos, y todos los jóvenes buscaban su compañía. Pero Rosa tenía otra idea para su vida, otra vocación. Ella quería consagrar su vida entera a Dios ingresando en un monasterio, o anunciando el Evangelio de Jesús por todas partes. Su corazón ardía de deseos de estar siempre con Jesús y decía: «¡Qué daría yo por anunciar el Evangelio!». Como sus padres se negaban a que ingresara en el convento, Rosa hizo construir en el jardín de su casa una pequeña habitación donde empezó a vivir. Allí permanecía largas horas de oración, rezándole a Jesús y a María. Rosa se preocupaba enormemente por los problemas de su país, en especial por las situaciones de injusticia. Defendía a los negros, que eran esclavos y a los indígenas del pueblo peruano, que eran considerados una «clase inferior» de personas. Ella decía con mucha firmeza que todas las personas, sin importar el color de su piel ni su clase social, son hijas de un mismo Padre creador, y por lo tanto, hermanas unas de otras. Luchó por sus derechos a vivir dignamente y siempre rezó por ellos, pidiéndole al cielo justicia.
A los 24 años, se vistió con el hábito de las monjas de santo Domingo, y estuvo toda su vida dedicada a la oración, haciendo muchos sacrificios y penitencias para que las personas se arrepintieran de sus pecados y fueran cada día más buenas. Rosa murió en el año 1617 y cuando fue al cielo, ya era admirada en toda Lima y querida en todo Perú. Ella es la primera santa latinoamericana y, por ese motivo, ¡es la patrona de toda América! Su fiesta se celebra el 30 de agosto.

 
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