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NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

Bernardita de Soubirous vivía junto a sus padres y sus hermanos en una pobre casita en la ciudad de Lourdes. El 1.º de febrero de 1858, Bernardita, que tenía 14 años, mientras iba junto a sus amigas a buscar leña cruzando un pequeño río, vio aparecer a la entrada de una gruta, junto a un rosal marchito, una radiante figura, que sin hablar, comenzó a deslizar las cuentas de su Rosario. La niña, de rodillas, se unió al rezo de la Señora, y cuando terminó el Rosario, la imagen desapareció. La Señora, como Bernardita la llamaba, se mostró muchas veces más a la niña. Comenzó a correr por el pueblo la noticia, y tuvo que sufrir la incredulidad de todos sus vecinos, quienes la consideraban una mentirosa, o pensaban que padecía alguna especie de locura. Muchos comenzaron a seguirla hasta la gruta, pero nadie veía nada. El párroco del lugar tampoco le creía a Bernardita, pero frente a la insistencia de esta, un día le prometió que creería si la Virgen hacía florecer el rosal de la gruta. Al día siguiente, la Virgen realizó ese milagro para que muchos comenzaran a creer en lo que Bernardita les decía, y el rosal floreció, lleno de flores hermosísimas. Otro día, estando Bernardita en la gruta, comenzó a cavar un hoyo con sus manos, del que brotó un manantial de agua. La Virgen pidió a Bernardita que se lavara, y muchas personas lo hicieron también, así que quedaron curadas de sus enfermedades. Todos comenzaron a creer en la Señora que se aparecía a Bernardita, y el mismo obispo del lugar comenzó a interesarse en el tema. Mandó a Bernardita a preguntarle su nombre. Al día siguiente en la gruta, Bernardita preguntó a la Señora: «¿Quién eres?». Y la señora respondió: «Yo soy la Inmaculada Concepción. Y quiero que se levante aquí una capilla en mi honor». Al poco tiempo, el obispo mandó levantar en ese lugar un templo, cumpliendo los deseos de la Virgen, que es hoy uno de los santuarios marianos más importantes del mundo. Millones de peregrinos llegan al año a Lourdes para implorar a María la protección y la sanación de distintos tipos de dolencias y enfermedades. María, bajo la advocación de Lourdes, nos recuerda con amor a todos sus hijos.
En la Argentina, el culto a Nuestra Señora de Lourdes se inició en 1911 con la llegada de los padres asuncionistas, que se instalaron en Santos Lugares, provincia de Buenos Aires, para propagar el culto de María. Allí construyeron una gran gruta, réplica de la gruta en donde se había aparecido la Virgen a Bernardita, y colocaron en ella la imagen de la Virgen de Lourdes. El amor del pueblo argentino a la Virgen de Lourdes fue creciendo y extendiéndose, y hoy, en muchos lugares y pueblos, se la venera y honra bajo esta advocación.